Un hombre bueno caminaba por una senda de montaña y se cruzó con otro caminante de aspecto malhumorado que venía en dirección contraria.
Este al llegar ante el honbre bueno detuvo su paso y le dijo:
¡Eres un tonto!
El hombre bueno mirándole fijamente a los ojos y con expresión amigable le respondio:
No, soy un espejo.
El otro no entendió sus palabras y le dijo:
¿Porque eres un espejo?
Y el hombre bueno le respondio:
Porque mis aguas están tranquilas y las esencias que forman mi ser reposan en el fondo.
El joven interlocutor confundido por no saber lo que el anciano decía y queriéndole vacilar le volvió a preguntar:
¿Eres un espejo o un lago?
El anciano le respondio:
Soy ambas cosas, pues las aguas de un lago en calma son un espejo que refleja a quien le mira.
El joven aún mas confundido por lo que el anciano le decía le dijo en tono acusador:
Pues te miro y no me veo.
¿Cómo me puedo ver reflejado en ti?
El paciente anciano le respondió de nuevo:
Antes te has visto.
¿Que he visto? Le preguntó el joven un poco mas enojado que antes, y el anciano le respondio:
Has visto un tonto.
El joven al oír la respuesta se sintió insultado y cerro su puño con intención de golpear al anciano ante lo cual este sin perder su calma levantó su mano y el golpe que el joven le dirigía cambió de rumbo haciendo que este se golpease a sí mismo con tal fuerza que cayó al suelo.
El joven totalmente aturdido le pregunto al anciano:
¿Cómo lo has hecho?
El anciano le respondio:
Ya te he dicho antes que soy un espejo.
El joven levantándose del suelo y mientras se sacudía sus vestiduras de la tierra del camino y a la vez maravillado por la persona que tenía ante él le volvió a preguntar con un tono más comprensivo que antes:
Ahora veo que eres un gran sabio y un gran hombre.
¿Significa eso que yo tambien lo soy por verme reflejado en ti?
Y el anciano le respondió:
No, lo serás cuando veas en mi a un hermano igual que yo lo veo en ti.
Fernando Ortolá
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Conclusiones y opiniones de los lectores: