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jueves, 7 de octubre de 2021

El tintero de Santa Teresa de Jesús


En mi juventud tuve dos amigos que eran hermanos y que en su casa guardaban un tintero que había pertenecido a Santa Teresa de Jesús y que habían ido heredando de generación en generación, por ser descendientes de ella en linea directa.

De ellos que no diré el nombre para no intimidar a sus familias si que puedo decir tenían una luz especial y que eran muy queridos por todos.

Una tía de ellos que era medium y de la que tampoco diré su nombre para no intimidar tenia visiones en las que que veía lo que iba a pasar. 
Era una de las personas admiradas y escuchadas por mi durante la juventud. 
Ella también pertenecía a esa familia que eran descendientes de Santa Teresa, y era muy católica.
Tenia un quiosco céntrico en el que vendía dulces a los niños que en los fines de semana iban a pasear por la calle principal del pueblo, despues de haber comprado allí su paquetito de magnesia, pipas o regaliz.
Una vez y teniendo la edad de 9 años al estirar el brazo para recibir de ella el sobre de golosinas ella me miró fijamente y me pregunto: 
¿Que ves?
Aun con corta edad me di cuenta de que se había querido referir a algo mas profundo de lo que se puede ver con los ojos físicos, y lo recordé, hasta que mas tarde pasados ya unos años supe el significado de su pregunta pues por otras circunstancias de la vida la conocí a mis 15 años de edad, habiendo empezado ya a escribir los textos cenuíticos. 
Íbamos a verla a su casa con otros amigos de mi edad que seguían la misma filosofía cenuitica, pues ella formaba parte de ese grupo de mediums y gente sensitiva del pueblo. 
Entonces comprendí que con la pregunta que me hizo de niño se había querido referir a que si tenía visiones como ella. 
Visiones que mas adelante en el futuro si que iba a tener, y que continuo teniendo, en las Enas. 
Ella lo presentia.

Un año antes de ese reencuentro con la mujer del quiosco y contando con 14 años de edad fue cuando empecé a escribir los textos cenuíticos con una gran inspiración y entusiasmo en ello que me llevaba a escribir por las noches sentado al pie mi cama.
Mi padre se preocupó de que me pasase las noches escribiendo y me llevó al psicólogo para ver si eso se debía a alguna disfunción psíquica.
El psicólogo le dijo que no me pasaba nada y que no ara malo si a veces escribia por las noches, incluso me animo a seguir haciéndolo.
Mi padre insistió en que aquello no era normal y me llevo a un importante centro de psicólogos de Valencia que trabajaban en grupo y que pertenecían a la Universidad.
Me pidieron que llevase los textos que escribía para que pudieran leerlos.
Al llegar alli me pusieron de pie en el centro de una sala grande con grandes ventanales por donde entraba la luz del dia y a mi alrededor se sentaron unos 20 psicólogos, hombres y mujeres.
No recuerdo si me preguntaron algo o no, lo que si que recuerdo es que me pidieron que les enseñase lo que escribía y empecé a sacar de mi macuto todos los trozos de papel de lo mas dispares en los que escribía en los momentos de inspiración, como en el envoltorio de un bocadillo, la parte de atrás de una factura, los espacios blancos de un ticket de autobus, o los bordes de libretas usadas del colegio, etc. Los psicólogos se fueron pasando y leyendo los textos y despues nos dijeron que podíamos salir y que vendría alguien a decirnos el resultado de su análisis.
Esperamos un rato en el patio del edificio y vino hacia nosotros uno de los psicólogos de mas edad con traje y corbata y dijo a mi padre lo mismo que le había dicho el psicólogo de Denia, que no me pasaba nada y que era bueno que siguiese escribiendo esas cosas pues tal vez en el futuro podría llegar a ser una especie de Santa Teresa de Jesús. 
Lo dijo con esas palabras, mencionando a Santa Teresa.

Los psicólogos me animaron a seguir escribiendo.
He seguido escribiendo toda mi vida y configurando la ciencia cenuitica como uno de los brotes conscientes de la ciencia humana.

Es curiosa la sutil presencia de Santa Teresa en la evolución de los textos.

Mi abuela materna que me cuido mucho de niño se llamaba Teresa.
Mi hermana se llama Maria Teresa.

Bueno, en fin. 
Recuerdos. 


Fernando Ortolá

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