Para alcanzar esa meta de amor y bienestar material y espiritual alto y verdadero debemos de perder el miedo al trabajo más duro y el que más nos asusta que es elevar nuestra conciencia, debemos de dirigirnos hacia ese amor alto y verdadero, y cuando no lo hacemos quedamos atrapados en su forma más baja que nos recuerda que nos necesitamos los unos a los otros y en esa forma primaria permanecemos con nuestras narices pegadas en el sexo del otro, igual que un perro persigue el olor del culo del otro perro y se queda atrapado en él, así nos pasa a nosotros también cuando no elevamos nuestra conciencia hacia el amor alto por miedo a oscuridades más profundas, y por eso nos quedamos atrapados en esas oscuridades materiales más superficiales como son el sexo, las guerras, los alimentos depredados, etc, y eso nos hace sentir mal, nos hace sentir hundidos y con miedo, y en ese latido de sufrimiento llega continuamente a nosotros el mensaje del amor alto recordándonos a través de los hechos sufrientes de nuestra vida que dependemos unos de los otros que debemos de aceptar esa realidad y aceptarla aceptandonos muruamente, para que el amor entre todos se eleve, se acepte, sea aceptada la igualdad entre todos, sea aceptado el amor entre todos, y este se eleve a una vibración alta en la cual la paradoja no nos chocar la cara de nuevo pegándo nuestra nariz y sentidos al culo del ser amado, sino que nos uniremos a su corazón de verdad en un nivel más alto y verdadero, a su amor más alto y en él seremos uno con él y con todos, en una plenitud y satisfacción material y espiritual de un goce más elevado pleno y eterno.
Entonces nuestra poesía más elevada ya no caerá nunca más prisionera de una pestilente e inmunda cloaca de desprecio, nuestro amor más alto ya no será pateado nunca nas, nuestro corazón sincero ya no será destrozado, nuestra nariz y sentidos más elevados ya no quedarán pegados y ateapados al culo de nuestra pareja, ya no sufriremos el tormento de las guerras, ni de las enfermedades, ni las demás desgracias pues ya habremos aprendido la lección que la vida nos enseña y que es saber que nos necesitamos los unos a los otros , que nacemos los unos de los otros, que necesitamos los frutos de todos y necesitamos dar nuestros frutos a todos por igual, que debemos de intercambiar los frutos de todos por igual de un modo armónico, en un amor alto, aceptado, en una igualdad aceptada por todos, para que asi nuestro amor, nuestra vibración, nuestro ser, sea realmente pleno y verdadero, en una vibración alta y auténtica, de realización del universo y de la vida en la que estamos. Entonces ya habremos aprendido la lección de que nos necesitamos y esa lección no tendrá que venir a que la recibamos en los planos más bajos de la oscuridad y de la materia y de una forma violenta haciéndonos ver cómo el león necesita del fruto de la gacela comiéndola y desangrándola. No será necesaria esa violencia para aprender esa lección porque ya habremos aprendido que el fruto de la gacela que el león necesita se puede compartir a un nivel más alto cuando el león acepta a la gacela y la gacela acepta al león, sin miedos y de igual a igual, pues entonces ya no es necesario que el león se coma a la gacela sino simplemente que profundamente le ame y con ese amor en un plano elevado ya recibirá el fruto de la gacela sin necesidad de comer su carne, al igual que la gacela recibirá el fruto del león, y ambos se amarán en un nivel alto en el cual ya no será necesaria la violencia para compartir sus frutos, es decir para enseñarles a compartir los frutos, porque ya los estarán compartiendo por deseo propio, por iniciativa propia, y en un nivel más alto, en el nivel auténtico y pleno, tanto en el espíritu como en la materia. Esta fábula del león y la gacela se puede aplicar a la vida de todos los seres que aprendemos que nos necesitamos los unos a los otros y que en las primeras lecciones de esas enseñanzas sufrimos en nuestra piel el no aceptar a los demás aún necesitando sus frutos y teniendo que atacarles para comer esos frutos y siendo atacados para que puedan comer nuestros frutos, hasta que aprendemos que realmente nos necesitamos y nacemos unos de los otros y que debemos de aceptar esa realidad para así aceptarnos unos a otros de igual a igual y compartir de igual a igual esos frutos sin necesidad de robarnos, de atacarnos, para poder sobrevivir ingiriendo cada cual los frutos robados de los demás, pues si lo aceptamos y lo comprendemos y lo realizamos a voluntad propia entonces el intercambio de frutos ya no será violento sino que daremos nuestros frutos a los demás por propia iniciativa y los demás nos los darán y los aceptaremos porque sabremos que necesitamos de los frutos de los demás, sabremos que necesitamos intercambiar los frutos con los demás para poder sobrevivir, sabremos que nacemos unos de los otros y que debemos de aceptarlo para seguir naciendo de una forma feliz y no de una forma dolorosa como es ahora el parto, intercambiaremos los frutos de un modo feliz y no robándonos los frutos en una guerra como es ahora, lo cual nos sume en ese amor de un nivel bajo y oscuro en el cual ingerimos los frutos unos de los otros de un modo depredador, viokento, salvaje y ciego, para aprender que necesitamos de los frutos de los demás, que necesitamos de los demás, que necesitamos intercambiar los frutos con los demás para estar bien, porque nacemos unos de los otros, y por eso necesitamos los frutos de todos, para poder existir de un modo pleno y unido con todos, y hasta que aprendamos esa lección, hasta que la aceptemos de verdad y la realicemos por propia voluntad el amor seguirá enseñándonos a nosotros en un nivel bajo y oscuro que necesitamos de los demás, y que necesitamos tomar las fotos de los demás, y en un nivel bajo nos lo seguirá enseñando con guerras, con sexo violento y sangrante, con nacimientos dolorosos, con enfermedades, con problemas, con depredadores, con enfrentamientos, con malos sentimientos hacia los demás, con hurto, con robo, con decepción, con sufrimiento, sangre y lágrimas, hasta que aprendamos la lección y realmente sepamos de nuevo que nacemos unos de los otros, que necesitamos los frutos de los demás y aceptemos esa realidad profundamente, para así de un modo profundo y elevado aceptemos a los demás e intercambiemos los frutos con todos ellos, para que así alcancemos la plenitud y la realización de este mundo en un goce pleno, tanto material como espiritual, es decir, para que regresemos al estar Ahí de siempre, Ahí .
Fernando Ortolà
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