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sábado, 19 de abril de 2025

La rotura violenta de la polarización igualitaria

La rotura violenta de la polarización igualitaria.


La jerarquía es propia del niño pues este necesita de la guía de su tutor para poder sobrevivir.

La igualdad es propia del adulto pues este necesita del intercambio de frutos con sus semejantes para poder sobrevivir.

En ciertos contextos se puede decir que el niño, en su interior, tiene la igualdad y en el exterior la jerarquía; y el adulto es al revés: en el interior tiene la jerarquía y en el exterior la igualdad.

Lo cual se produce en el siguiente contexto:

Cuando el niño llega a la adultez empieza a trabajar en su profesión y, por lo tanto, empieza a obtener su fruto, es decir, a producir el producto de su profesión, como puede ser, por ejemplo, producir peras en el caso de que sea un labrador de peras.

Al mismo tiempo que en el adulto nace su fruto —en este caso las peras—, en otros adultos nace la apetencia hacia ese fruto.

La apetencia es el receptor: el estómago, el receptáculo, el cuenco, el recipiente en el cual los adultos que van a recibir el fruto de la pera pondrán la pera que reciban para poder ser asimilada y digerida por sus cuerpos de un modo correcto y beneficioso.

Al fruto lo voy a abreviar llamándole FRU y al receptáculo del fruto lo voy a resumir llamándole FRE.

Al mismo tiempo que en el adulto nace el FRU, en los demás adultos nace el FRE.

El niño también consume el FRU, por ejemplo la pera, aunque no lo consigue a cambio de su propio FRU, pues aún no está formado en su profesión para poder producirlo.

El niño recibe el FRU a través de su tutor, que es quien se lo proporciona.

Existen ciertos FRUs que el niño no consume y el adulto sí.

Aunque los FRUs producidos por unos adultos son recibidos por los FREs de otros adultos, sin embargo los niños también reciben en menor medida esos FREs que les suministrarán sus respectivos tutores para preparar sus cuerpos y formarlos para la adultez.

Esos FREs recibidos por los niños, en menor medida que por los adultos, además de aumentar al niño, irán produciendo en él, en igual medida, la necesidad y deseo de fabricar su propio fruto (FRE); es decir, el deseo de ejercer una profesión como pueda ser la de carpintero, labrador o cualquier otra.

En el contexto de lo dicho, el niño tiene un cuerpo que aún no produce los FRUs y que, por lo tanto, aún no tiene tampoco un desarrollo de los FREs.

Es decir, que el niño, en su persona de modo individual, aún no es interdependiente de sus semejantes —en este caso de los otros niños, los cuales son sus semejantes más directos—.

Los niños permanecen entre ellos como seres aparte, nuevos, íntegros, apartados, que aún no dependen los unos de los otros.

Es decir, que los niños, como personas individuales, son iguales entre sí.

Al igual que lo puede hacer un producto fabricado —por ejemplo las sillas de un cierto modelo, las cuales, al salir de fábrica, son todas iguales—; es decir, que no dependen unas de otras.

Más tarde, con el paso del tiempo, sufrirán transformaciones y deformaciones, y tal vez, con las piezas de una silla vieja, se repare otra silla para darle mayor vida.

Es decir, que con el tiempo así ya se acercan a una mayor interdependencia entre ellas.

Algo similar sucede con los niños, los cuales son organismos nuevos que, en principio, aún no dependen los unos de los otros pero que sí dependerán en el futuro, cuando lleguen a la adultez y cada ser adulto necesite fabricar su propio fruto y consumir el de los demás para poder sobrevivir.

Entonces, al llegar el niño a ser adulto, pasará de esa igualdad que de niño tenía con sus semejantes a vivir en una diferencia con sus semejantes.

Pues los niños aún no tienen profesión sino que son todos nuevos y eso les concede una igualdad entre ellos.

Pero el adulto ya tiene su profesión y eso le hace distinto de los demás seres adultos.

Es decir, que un niño frente a los demás es un igual, pero un adulto frente a los demás es un ser único y exclusivo.

Es decir, que el niño, en su individualidad, tiene la igualdad, y el adulto, en su individualidad, tiene la jerarquía; es decir, la exclusividad.

Pues los niños aún no son panaderos, bomberos, carpinteros o labradores, etc., sino que son únicamente niños, seres nuevos con cuerpos nuevos e iguales ante la vida.

Pero los adultos sí que son bomberos, carpinteros, panaderos, labradores, etc.; es decir, que en el plano personal ya no son tan iguales entre ellos como lo eran de niños.

Los adultos, en el exterior, establecen una jerarquía en relación con la profesión respectiva que ejercen.

Es decir, que es una jerarquía aplicada a la materia.

Por ejemplo, un fabricante de zapatos se encuentra con su fábrica en el vértice superior de una pirámide jerárquica desde la cual va a distribuir su producto a todos por igual, haciendo llegar así su producto a la base de la pirámide para que todos por igual puedan beneficiarse de este.

Es decir, que el adulto en su persona es un ser jerárquico, pues es el único que ejerce su profesión de un modo único y exclusivo.

Pero en el exterior es un ser igualitario, pues reparte el fruto de su función a todos por igual.

El niño, sin embargo, es al revés.

Pues el niño en su persona individual es un ser igual a los demás niños; es decir, que vive una igualdad, pero en el exterior vive una jerarquía, pues depende de su tutor, que es su buen jerarca, quien le proporciona el alimento y los recursos básicos que necesita para poder sobrevivir.

Haciendo la consecuente síntesis de esencias, se puede decir que:

El niño vive una igualdad interior y una jerarquía exterior, y el adulto vive una jerarquía interior y una igualdad exterior.

La jerarquía interior que el ser adulto vive y que se despierta en él al llegar a la adultez se refiere a que en ese momento en él nace la interdependencia con los demás seres adultos, la cual hace acto de presencia en el ser adulto en el momento en el que, tras la emancipación, llega a su adultez y empieza a producir su propio producto (FRE) obtenido con el trabajo en su profesión; es decir, que empieza a obtener su propio fruto (FRE), pues en ese mismo momento en los seres adultos nace a su vez el receptáculo en el cual se va a recibir el fruto producido por los demás seres adultos (el FRE). Es decir, que cuando un individuo pasa de niño a adulto, además de nacer en él su propio fruto, nace en él el receptáculo para recibir el fruto de los demás; es decir, el FRE.

La relación de interdependencia que nace en los adultos al llegar a la adultez hace que entre los adultos empiecen a formar un solo cuerpo.

Ese solo cuerpo es la sociedad en la cual los seres adultos trabajan juntos, cada cual en sus respectivas profesiones.

Al igual que la sociedad adulta forma un solo cuerpo, los individuos entre sí también empiezan a formar un solo cuerpo, pues los FRU y los FRE empiezan a actuar de un modo intenso entre ellos.

Es decir, que cuando un individuo pasa de niño a adulto empieza a trabajar en equipo con los demás seres adultos.

Ese trabajo en equipo hace que el resultado sea mejor, pues une a los seres adultos en un solo cuerpo que responde mejor en la unión necesaria para poder alcanzar el objetivo de un modo eficaz.

Por ejemplo, si diez individuos adultos se unen para construir un edificio y, aunque todos sepan poner ladrillos, poner ventanas, conectar enchufes, hacer material de obra, etc., sin embargo, para construir la casa de un modo más eficaz deberán repartirse esos trabajos; es decir, que uno se dedicará a hacer el material de obra —como lo es el cemento—, el otro se dedicará a poner los ladrillos uno encima del otro, el otro se dedicará a hacer las ventanas y poner los marcos, etc.

Si esas diez personas hiciesen todas esas funciones, el trabajo en equipo sería menos eficaz y el resultado no sería tan óptimo como lo puede ser trabajando en equipo con un reparto de funciones.

Lo mismo se puede observar, por ejemplo, si esos diez individuos deben descargar a mano un camión de ladrillos y apilarlos al lado de la obra: descargarán más deprisa los ladrillos si se hacen una cadena y se van pasando los ladrillos de uno a otro, que si cada uno, de modo independiente, va al camión a por un ladrillo y lo pone en el montón.

Es decir, que aunque la especialidad de cada ser adulto sea única y exclusiva y en ello esté la jerarquía presente, sin embargo, esa jerarquía personal del ser adulto está al servicio de una igualdad externa.

Ambas cosas se potencian la una a la otra; es decir, que la jerarquía interna del ser adulto fortalece la igualdad externa porque está al servicio de ella, y al mismo tiempo la igualdad externa fortalece la jerarquía interna del individuo; es decir, la profesión de cada cual.

De ese modo, los seres adultos establecen una igualdad externa basada en una jerarquía interna.

Por ejemplo, si hay dos amigos que ya son adultos y trabajan en la obra, en un momento dado de su trabajo pueden repartirse el trabajo y uno se dedica a hacer la masa del cemento y otro se dedica a colocar los ladrillos del muro.

El reparto de funciones entre ambos estará perfectamente asimilado para que el trabajo sea productivo.

Esa asimilación del método de trabajo no únicamente dividirá las funciones en el exterior —es decir, poniendo a uno de los dos a hacer el cemento y a otro a poner los ladrillos—, sino que en el interior de ambos también se producirá esa separación de funciones; es decir, que el cerebro adulto que trabaja en equipo está igualmente representada esa división de funciones en cuanto al trabajo que realiza junto a otros seres adultos.

Es decir, que en el cerebro de los dos amigos que trabajan en la obra habrá una división de hemisferios en la cual uno de los dos hemisferios cerebrales representará al otro amigo y a su función frente al hemisferio cerebral que representará al individuo de ese cerebro y a la función que él realiza.

Él adulto puede vivir esa jerarquía interna en su cerebro —es decir, en su interior— porque está apoyada por la igualdad externa del trabajo en equipo, ya que los dos trabajadores forman un solo cuerpo.

Pero el niño es al revés: es decir, que el cerebro del niño, su parte individual e interna, no estará diferenciada entre sí; es decir, que sus dos hemisferios cerebrales permanecerán siendo iguales y no habrá una diferencia marcada entre ellos tal como sí ocurre en los adultos.

Pues el niño no está formado aún para poder realizar un trabajo en equipo eficiente junto con los demás niños y, por lo tanto, en el exterior aún no tiene la igualdad que pueda sostener una jerarquía o diferenciación en el interior manifestada en sus dos hemisferios cerebrales.

Pues el niño, en el exterior, tiene una jerarquía la cual no puede sostener otra jerarquía en su interior sino una igualdad manifestada en la igualdad entre sus dos hemisferios cerebrales.

Sin embargo, el adulto, en el exterior, sí que tiene una igualdad y un trabajo en equipo que sostiene una jerarquía en el interior; es decir, un trabajo específico de cada ser adulto, el cual se manifiesta igualmente en una diferenciación básica entre sus dos hemisferios cerebrales.

Por eso, si el ser adulto está trabajando bien en equipo con los demás seres adultos, entonces está produciendo en su interior —en su cerebro— esa diferenciación entre los dos hemisferios cerebrales, la cual funcionará bien porque está sostenida por el trabajo en equipo externo; es decir, por la igualdad externa.

A mayor igualdad externa —es decir, trabajo en equipo— mayor será la diferenciación entre los dos hemisferios cerebrales del individuo.

Pues esa mayor diferenciación podrá seguir siendo sostenida por esa mayor igualdad externa.

Pero si, en esa situación de mayor igualdad externa y una mayor diferenciación hemisferial interna en el cerebro, de repente se produce un acto infantil y primitivo, como pueda ser un estallido de violencia, eso rompe el trabajo en equipo externo —es decir, la igualdad externa—, lo cual hace que esa diferenciación interna entre los dos hemisferios cerebrales deje de estar sostenida y se transforme en negativa, dando prioridad a un hemisferio cerebral sobre el otro, al igual que en el exterior se ha impuesto la voluntad de un individuo violento sobre los demás.

Esa elección repentina de un hemisferio cerebral sobre el otro va a hacer que la circulación de la sangre vaya hacia ese hemisferio cerebral elegido de forma repentina y eso puede producir un derrame cerebral, el cual se habrá producido por la interferencia brutal de la jerarquía en el terreno de la igualdad.

Cuando existe una igualdad establecida en la sociedad eso polariza igualmente de un modo positivo los cerebros de la gente.

Pues esa polarización hace que los individuos se unan intensamente unos con otros mano con mano para así poder trabajar en equipo de un modo eficaz.

Lo mismo se puede comprender observando que los imanes, al estar polarizados en sí mismos, igualmente pueden establecer una fuerte unión entre ellos, uniendo el polo de uno con el polo opuesto en el otro.

Igual se puede decir al revés: es decir, que la fuerte unión entre los imanes hace que esa polarización interna de cada uno sea mayor pues está apoyada por esa unión externa entre ellos.

Es decir, que la unión externa de elementos polariza a esos elementos en el interior de cada uno de ellos.

Pues esa polarización fortalece esa unión al igual que esa unión fortalece la polarización de cada elemento.

Cuando un grupo de individuos se une y forma una fila mano con mano y en un extremo de la fila está el lugar de donde esa fila procede y en el otro extremo el lugar hacia donde esa fila se dirige —es decir, el propósito de la unión entre ellos—, entonces esos dos grandes polos externos, de origen y objetivo, serán como los dos grandes polos positivo y negativo que polaricen igualmente a cada uno de los individuos que forman esa fila, haciendo que cada mano de cada individuo sea del polo opuesto de la mano con quien entra en contacto para que así la unión entre las manos sea intensa y, juntos, puedan estar intensamente unidos, a su vez, al origen y al objetivo para poder alcanzar éste de un modo seguro y eficaz.

Esto, aunque de un modo holístico, esencial y cenuítico, puede ayudar a comprender un poco mejor la naturaleza del derrame cerebral para ayudar a prevenirlo y a sanarlo si se produce, o al menos a atenuarlo y así poder salvar la vida de alguien o, al menos, mejorarla.

Aunque este mismo efecto de la anomalía producida por la rotura repentina de una igualdad establecida debido a una invasión violenta de la jerarquía no únicamente se refleja en el derrame cerebral sino en otras muchas enfermedades actuales como puedan ser el infarto, el cáncer, etc., de las cuales aún no se ha hallado una respuesta definitiva, y este enfoque cenuítico podría ayudar a encontrarla.

Pues vivimos en una sociedad que evoluciona hacia la igualdad y que, por lo tanto, vive cada vez más intensamente una igualdad externa y una polarización interna de los individuos; por lo que si, en el curso de esta evolución, esa igualdad es interrumpida bruscamente por un impulso violento y jerárquico, eso hace que los individuos que ya estaban unidos y polarizados en su interior, de repente, pierdan ese apoyo de la igualdad externa y sus intensas polarizaciones internas queden desnudas, llevándoles a contraer esas enfermedades actuales de las que se dice que no tienen respuesta y a las cuales este enfoque cenuítico puede responder.

Por otra parte, también es lógico comprender que no tengan respuesta, ya que la respuesta se trata de una necesidad de vivir la igualdad y la igualdad no interesa a una jerarquía que se quiere imponer.

Por lo tanto, esa jerarquía impositora siempre va a esconder la solución a los problemas y enfermedades cuando esa solución sea traer una mayor igualdad, y siempre va a sustituir esa solución por otras soluciones ineficaces que únicamente hacen de tapadera del problema, pero no lo solucionan nunca de raíz; pues la solución de raíz es la aceptación igualitaria entre todos y la igualdad de bienestar para todos por igual, lo cual no aceptan quienes quieren imponer su jerarquía de dominio sobre los demás.

En fin, es algo que todos ya sabemos y en lo que todos vamos aportando nuestro granito de arena para poderlo solucionar.

En definitiva, quien trae esa solución a través de todos no es más que la evolución natural de la sociedad humana, la cual, de un modo inexorable, va a traer esa solución final; al igual que hace germinar las flores en el campo, iba a ver los astros en sus órbitas, igualmente hace que la sociedad humana llegue a su realización y florecimiento final como un elemento más de la naturaleza.

Por lo tanto, ante ello, ante esa realidad, tampoco hay que impacientarse demasiado, sino simplemente vivir en paz, pues de esa manera confiamos en esta vida y en la naturaleza que la lleva, haciendo que ésta pueda intervenir plenamente, y aunque no hayamos alcanzado aún la meta externa de la buena sociedad, sin embargo puede hacer que en cada momento, si confiamos en ella, nos sintamos bien y tengamos salud; para lo cual hay que seguir confiando en la naturaleza, es decir, viviendo en paz, tal como lo defino desde mi filosofía cenuítica como el estar Ahí.

Por el estar Ahí de todos.


Un abrazo.

Fernando Ortolá


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