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jueves, 12 de septiembre de 2019

Consecuencias del atrofio cerebral a causa del dogma


La pérdida del espíritu es la denominada segunda muerte. 
El espíritu es la intuición, la sensibilidad, capacidad de improvisar, la inspiración. 
Por desgracia hay quienes ya van de cabeza hacia la segunda muerte sin ni siquiera haber pasado por la primera. 
El oído musical se pierde con la partitura pues esta duerme la parte intuitiva del cerebro al hacer que la persona confíe mas en el sistema que en la inspiración. 
Lo mismo sucede con el sistema dogmático de normas morales, pues estas duermen igualmente la parte intuitiva del cerebro por obligar a que el individuo confíe más en el sistema que en su propia intuición. 
Lo cual da como resultado a gente que no han tenido la posibilidad de aprender por si mismos y con su propia intuición el modo de relacionarse bien con los demás y a causa de ello se producen enfrentamientos entre grupos de diferentes sistemas dogmáticos. 
En la educación hacia los hijos sucede lo mismo. 
Los hijos deben de aprender emociones más que normas pues estas les duermen igualmente su parte intuitiva cerebral y el resultado es que al no poder aprender emociones de las padres... los hijos se enfrentan a estos por falta de entendimiento emocional. 
Lo mismo sucede en otras áreas de la vida. 
La solución es como siempre estar Ahí. 
Por lo mismo no se deben de enseñar normas morales a nadie pues con ellas se atrofia el cerebro moral de la gente al impedir que el individuo aprenda la moralidad por si mismo, con su propia intuición, y a causa de ello se provocan los enfrentamientos por la falta de acción de la parte de la moralidad en el cerebro de la gente, la cual se halla dormida por la imposición del dogma sobre ella, y a causa de ello el individuo carece de entendimiento moral en las relaciones con los demás, no comprende la forma de actuar de otros pues tiene dormida la parte del cerebro encargada de comprender esas cosas y por no comprender las acciones de otros les ataca con enfado y violencia imponiéndoles  el propio dogma que a ellos mismos, a los impositores, les durmió su cerebro, y con ello duermen también el cerebro de sus atacados, privándoles con ello de la posibilidad de comprender por si mismos, de tener buenas relaciones con los demás, y condenándoles así a una vida de continuos enfrentamientos entre ellos y un mundo con gente que ellos no comprenden porque tienen dormida la parte del cerebro encargada de comprender a los demás para poder tener una buena relación armónica todos. 
Al igual que el músico con la partitura ha perdido su oído y capacidad de improvisar, tocar y hacer música conjunta de una forma perceptiva junto con las melodías de los demás, comprendiéndolas con sensibilidad e intuición y uniéndose a ellas de un modo armónico en la gran y maravillosa melodía universal de la vida, primera, segunda... y eterna.


Fernando Ortolá

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