Cuando un ser ataca violentamente a otro ser y le destruye es menos brutal su acto si después se come a su víctima.
Un depredador como lo pueda ser un león persigue a su presa y al darle caza la destruye y luego come su carne.
Lo cual sería más cruento si después de dar fin a la vida de su presa no se comiese su cuerpo. Pues eso denotará el acto de matar por matar.
El intercambio natural de productos de igual a igual entre todos nos lleva a ingerir los productos o frutos que los demás producen pues por ley universal estos frutos son las vitaminas o esencias que todos necesitamos para mantener la salud, el amor y la paz entre todos.
Si una de esas vitaminas falta enfermamos.
Quien durante un paseo campestre ve un conejo le tira una piedra y lo mata deberá de comerse el conejo después para que así se produzca el intercambio natural entre él y el conejo.
Si en esas circunstancias no se comiese el conejo enfermería por interrumpir el proceso del intercambio natural de frutos.
Aunque en este caso es un intercambio de frutos brutal, a un nivel bajo, en el plano primitivo de la lucha y el combate, pero aun así se debe de seguir las reglas de juego de la naturaleza, el depredador debe de comerse a su presa para que el descenso evolutivo no vaya a un nivel aún mas mas bajo.
Para que su acto no haya sido por nada, y para recibir a su vez el antídoto el cual a la vez generará más violencia en él, lo hará sentirse aún más agresivo y fiero para que siga cazando más víctimas y comiéndose sus cuerpos.
En un horroroso e infernal círculo vicioso.
En el caso de que el depredador no se coma a su presa le faltaría la fuerza para poder superar el remordimiento de conciencia básico por el atroz acto cometido, y ese remordimiento de conciencia terminaría enfermándole y conduciéndole a la muerte.
Este es un remordimiento que funciona incluso a un nivel subconsciente y por inercia va conduciendo a la persona a un decaimiento inconsciente, pues al individuo agresor le impide elevar la consciencia.
Cuando la persona ingiere la carne de su víctima, recibe la dosis de agresividad necesaria para no hundirse en la depresión y morirse, pero le mantiene la consciencia en descenso continuo, es decir con la percepción y capacidad de ser feliz disminuidas.
Y esa agresividad le lleva a perseguir a una nueva víctima y así continúa su círculo vicioso.
Una sociedad inducida a la agresividad necesita beber sangre para no morir, pero su infelicidad e insatisfacción ira cada vez más en ascenso.
Lo mejor es dejar de atacar a la víctima, para así ya no necesitar comer su carne y beber su sangre con el intento de sobrevivir de mala manera.
Es decir, vivir en paz, pues entonces ya no necesitamos ingerir el cruel antídoto de comer la carne y beber la sangre de las víctimas de nuestra agresividad, pues quien antes era nuestra víctima pasará a la condición natural de ser nuestro igual, un ser querido y aceptado como todos los demás, y así el flujo de intercambio interno y natural entre él y nosotros volverá a fluir sin obstáculos aportandonos las esencias, alimentos internos, vitaminas que de él vienen hacia nosotros y dandole del mismo modo a él nuestras esencias, al igual que se produce siempre el intercambio de esencias de modo interno y natural entre todos, y de ese modo al tener todas las esencias que necesitamos estaremos sanos, y no necesitaremos ningún producto equis ni sustancia fabricada como la inducción al fanatismo violento contra nuestros semejantes, a la lucha armada, al beber la sangre, al canibalismo ciego y a las vitaminas fabricadas como el B12 y demás productos para poder sobremalvivir, hacia una muerte más lenta, pero más sufrida, dolorosa e infeliz.
El B12 es un sustitutivo del antídoto de beber sangre.
Por eso quien es vegetariano y vive en paz con la natural y humana aceptación hacia todos por igual no necesita ingerir B12, pero el que es vegetariano y continúa teniendo sentimientos violentos hacia otros necesitará ingerir B12: … otro producto equis que permite a los seres agresivos no morirse pero ser cada vez más violentos e infelices.
Hemos de vivir nuestra condición humana sin miedo, con paz, y confianza hacia la vida, la naturaleza, el universo en el que estamos y en su Creador (llámese equis) y por lo tanto con aceptación hacia todos los seres por igual tal como todos deseamos en lo más hondo de nuestros corazones, pues así hemos sido hechos y así somos.
El vivir nuestra condición humana le denomino el estar Ahí, por abreviar todo lo que el estar Ahí significa, pues el ser seres humanos supone el vivir en paz con uno mismo y con los demás, aceptar la igualdad con todos los seres, etc. Todo eso es el estar Ahí, en donde todos por nosotros mismos sabemos que debemos de estar para sentirnos bien y estar sanos: Ahí.
Plantearse si el ser humano en sus comienzos fue vegetariano o carnívoro es una cuestión polémica y creadora de grandes discusiones entre gente que sostienen distintas opiniones.
Hay quien dice que los 4 colmillos presentes en la dentadura humana demuestran que el ser humano fue hecho o creado como carnívoro, pues esos 4 dientes más afilados son para desgarrar los tejidos de la carne que se ingiere.
Sin embargo los de la opinión contraria dicen que no, que esos 4 dientes fueron hechos para desgarrar alimentos vegetales más duros como son las zanahorias y otros tubérculos.
¿Quién tiene la razón?
La razón como siempre no está ni en unos ni en otros sino entre ambos, pues lo que saca a la gente de la razón, ya sea por un lado o por otro es el fanatismo en la defensa de los principios del bando en el que están militando.
Así que salgamos de esos extremos del enfrentamiento, de la violencia dialéctica y el desequilibrio y reunámonos en el centro, en el equilibrio, que es donde se encuentra el verdadero conocimiento humano y por lo tanto la verdadera razón de las cosas.
Los 4 colmillos presentes en la dentadura humana indican que antes de que el ser humano alcanzase su condición humana de animal racional fue un animal no racional como lo puede ser un gato, un perro, un ratón o cualquier otro, y entonces el animal humano tenia los 4 colmillos mucho más largos, y era carnívoro, como muchos animales también lo son, pero a medida que fue evolucionando y alcanzando su condición humana de animal racional sus colmillos le empezaron a empequeñecer, pues progresivamente fue dejando de comer carne y comiendo cada vez más vegetales, a medida que su cerebro y capacidad racional también iba creciendo y permitiéndole comprender de qué manera poder cultivar los propios alimentos para así poder comer.
Los colmillos finalmente empequeñecieron hasta el punto de mantenerse con ese tamaño reducido para ser usados en el desgarre de algunos tubérculos y vegetales más duros.
Al mismo tiempo que el ser humano pasó de animal irracional a racional y empezó a dejar de comer carne nació dentro de él, en su interior, un mayor sentimiento de aceptación hacia todos los seres por igual, y un intercambio igualitario e interno de esencias entre todos que funciona de un modo automático y natural, segregando a través de los cerebros las sustancias provenientes de todos vía interna que todos necesitan para mantener la salud, lo cual lleva al ser humano a elevarle definitivamente sobre la materia del mundo en el que vive, la cual pasa a ser dominada cada vez más por su mente, por el intelecto humano, hasta el punto de hacer a los humanos partícipes de la creación de un universo mental nacido de un pensamiento de la mente del Creador, un universo mental en el que el ser humano evolucionado participa de su creación y mantenimiento, junto con el mismo Creador, como hijo y aprendiz de este, para así algún dia en el futuro y con el curso de la evolución el ser humano llegue a ser como su Padre Creador y a poder crear un universo como el suyo, lleno de vida y de seres vivos, conduciendo a todos ellos y a su conjunto hasta la plena, feliz, gloriosa y eterna realización final.
Un animal como un león o un tigre sí que tiene el comer carne como una condición natural que le permite sobrevivir, aunque igualmente puede evolucionar y dejar de necesitar comer carne pasando a ser un león o tigre vegetarianos y más felices.
Pero un ser humano ya no tiene en su condición natural el comer carne o beber sangre, y si lo hace involuciona a su condición animal, adquiriendo un poco más de un eventual, mariposesco y efímero poder físico aunque igualmente animalesco, violento e inhumano con un aparente alargamiento de su vida física, pero como alma en pena, atrapados en una cárcel corporal, con el sufrimiento de no poder alzar los verdaderos sentidos humanos, y la consecuente pérdida de la felicidad y el creciente mal humor y desánimo, es decir, como un auténtico zombi, incapaz de sentir en su interior la vida, el amor o la felicidad humanas.
Por eso no vale la pena comer carne o beber sangre por alargar unos instantes más de una efímera vida de oscuridad perdiendo con ello la sangre dorada de un ser humano más profundo, auténtico y espiritual, cuyo corazón luminoso de energía vital, late glorioso y feliz hacia una vida natural y eterna de paz, amor e intercambio interno con todos los seres por igual en el flujo de la verdadera. luminosa y profunda sangre dorada, humana y creadora.
Fernando Ortolá
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